sábado, 11 de marzo de 2017

BIOÉTICA

La Bioética es el estudio sistemático de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, examinada a la luz de los valores y de los principios morales.Desde el año 1971 en que la palabra "bioética"se utiliza por primera vez en una monografía titulada "Bioethics: bridge to the future" (Bioética: un puente hacia el futuro), la Bioética se ha convertido en uno de los temas de obligada referencia en la medicina y la investigación actual, una nueva disciplina que ha ido adquiriendo a lo largo de los últimos treinta años un importante cuerpo doctrinal, convirtiéndose en una de las ramas de estudio más desarrolladas de la ética.

   Esto ha dado lugar a un relanzamiento de la ética médica, enriquecida con nuevas formulaciones y principios de argumentación, en los que la competencia profesional y los datos obtenidos de la evidencia científica se convierten en requisitos básicos para la toma de decisiones morales. Precisamente esta confrontación y armonización de datos científicos y dilemas éticos distinguirá a la nueva Bioética de la clásica Deontología médica enunciada por Hipócrates ya en el siglo V a.C. Surge, por tanto, esta nueva área de conocimiento y de discusión, partiendo del legítimo pluralismo ideológico, como una necesidad de logros de acuerdos a nivel de la comunidad científica internacional, para asegurar el respeto a la vida humana y la dignidad personal en el ámbito de la investigación científica y el trabajo biomédico.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA BIOÉTICA


Beneficiencia:

En el ámbito médico, este principio obliga al profesional de la salud a poner el máximo empeño en atender al paciente y hacer cuanto pueda para mejorar su salud, de la forma que considere más adecuada. Es un principio ético básico que se aplica primariamente al paciente, aunque también a otros que pueden beneficiarse de un avance médico en particular. Es el principio ético primero de las actuaciones médicas y responde al fin primario de la medicina, que es el promover el bien para el enfermo y la sociedad; en él se han fundamentado los códigos médicos, desde el Juramento de Hipócrates. La palabra beneficencia tiene aquí su sentido etimológico, no el de una caridad ineficaz y paternalista y resulta más adecuada que el de benevolencia, en cuanto subraya el hecho de tener que hacer efectivamente el bien y no simplemente querer hacerlo o desear hacerlo.


No beneficiencia:

La práctica médica ha estado asociada con la máxima latina primum non nocere, “sobre todo, no hacer daño” que los médicos hipocráticos practicaban y enseñaban. Este principio es distinto a la beneficencia, ya que el deber de no dañar es más obligatorio que la exigencia de promover el bien. Implica, sobre todo, el imperativo de hacer activamente el bien y de evitar el mal. El daño que se hace a una persona es más rechazable, en ciertas circunstancias, que el de no haber promovido su bien; la exigencia ética es más imperativa. De este principio se derivan para el médico normas concretas como “no matar”, “no causar dolor”, etc.

Justicia:

Se refiere a la obligación de igualdad en los tratamientos y, respecto del Estado, en la distribución equitativa de los recursos para prestar los servicios de salud, investigación, etc. Tradicionalmente, la justicia se ha identificado con la equidad, con dar a cada uno lo que le

corresponde. Esta justicia o equidad no significa que se deba tratar a todos los pacientes de la misma forma, pero sí que cada uno tenga acceso a los servicios médicos adecuados, dignos y básicos. Asimismo, en el trato con el paciente, el médico u odontólogo no deben anteponer juicios de valor ni hacer distinciones por origen racial, sociocultural o socioeconómico, creencias religiosas, ideológicas o de otra índole, sino que el médico solamente debe ver en el paciente al ser humano sufriente que acude a él en busca de alivio a su dolor o sufrimiento.


Autonomía:

Este principio se basa en la convicción de que el ser humano debe ser libre de todo control exterior y ser respetado en sus decisiones vitales básicas. Se refiere al respeto debido a los derechos fundamentales del hombre, incluido el de la autodeterminación. Es un principio profundamente enraizado en el conjunto de la cultura occidental, aunque ha tardado en tener repercusiones en el ámbito médico. Significa el reconocimiento de que el ser humano, también el enfermo, en un sujeto y no un objeto. Cabe aclarar que el reconocimiento de este principio no significa que la decisión moral no tenga en cuenta el bien de los demás; la autonomía no significa automáticamente que el paciente haga o elija lo que quiera. Sucintamente, el principio de autonomía significa, en el terreno médico, que el paciente debe ser correctamente informado de su situación y de las posibles alternativas de tratamiento que se le podrían aplicar. Asimismo, significa que deben respetarse las decisiones de los pacientes que, después de una adecuada información, tienen la suficiente competencia para tomar la decisión. En cualquier caso, no debe entenderse de manera absoluta el principio de autonomía: no se respetan las opciones del enfermo, aunque posea competencia, cuando son contrarias a las normas de la práctica profesional o a la ética del médico. La conclusión más concreta del reconocimiento del principio de autonomía en el enfermo se centra en el llamado “consentimiento informado”, que regula la relación entre el médico y su paciente.

ÉTICA

la presencia creciente de recursos o demandas legales en los que personas provenientes del ámbito del Derecho, sin vinculación alguna con la experiencia de la práctica clínica o quirúrgica, deben decidir la licitud del obrar médico pone aún más de manifiesto la necesidad de la existencia de un cuerpo de doctrina establecido en el que se definan los criterios éticos que pueden justificar (o no) la toma de decisiones cuestionables en los cuidados de la salud. 

Pero cuando nos referimos a la Ética y las leyes, ¿qué genera  qué?, ¿el camino "natural" es de la formulación de unas leyes a las que la Ética debe amoldarse o es al contrario?, ¿es el bioeticista el que debe buscar en la ley sus argumentos o es, por el contrario, el legislador el que los debe fundamentar en la Ética? Si se reflexiona sobre ello, es bastante fácil concluir a la luz de la experiencia que no es primariamente la ley la que enseña a los médicos, investigadores y personal de enfermería a tratar a los pacientes a su cargo de acuerdo a su dignidad personal. Lo que hace posible aprender cómo es la persona, y por ende, sus necesidades, sus cualidades, sus carácterísticas, etc. Son las ciencias de la vida y las ciencias de la conducta. Es la reflexión sobre los demás y sobre uno mismo lo que nos descubre como seres con dimensiones físicas, psíquicas, espirituales y sociales, necesitados continuamente de ser cuidados y respetados. Conocer eso marca un tipo de relación que va mucho más allá del estricto cumplimiento de lo marcado en una ley.

CONFLICTOS ACTUALES

Así, partiendo del estudio de conceptos básicos de Ética práctica, esta disciplina aplicada al ámbito sanitario incide también en la siempre difícil problemática de priorizar recursos asistenciales armonizándolos con las limitaciones habituales que impone un sistema público de salud; la posible objeción de conciencia que puede ser planteada en base a criterios éticos propios; el trasplante renal con la toma de decisiones respecto a implantar o no riñones subóptimos o, participando en el debate sobre el momento de la muerte; la participación de médicos y enfermeras en los centros de reproducción asistida y la deriva eugenésica de algunas de estas sofisticadas técnicas; los problemas derivados de la extensa demanda de esterilizaciones a demanda como un recurso más de planificación familiar; la justificación ética de la cirugía de la transexualidad y la actitud de aceptación o rechazo que puede suscitar la solicitud de interrupción voluntaria del embarazo y, en fin, la implicación de los profesionales sanitarios en las situaciones del final de la vida con los conflictos de valores que pueden generarse entre médico y paciente cuando se debe distinguir entre prácticas contrarias a la buena práctica clínica y una correcta limitación del esfuerzo terapéutico.

PROPUESTA DE FUTURO

A la resolución de todos estos posibles conflictos, espera contribuir la reflexión bioética, aportando, desde la perspectiva de la experiencia y con opiniones razonables y argumentadas, una referencia útil para algunos de los problemas surgidos en la práctica cotidiana y brindando una oportunidad para replantear la propia actividad asistencial en base a factores distintos a los meramente técnicos. Si se logra aportar algo más de luz a estos intrincados problemas, se estará haciendo posible el deseo de Albert Schweitzer, médico y premio Nobel de la Paz: "Que el respeto por la vida, como resultado de la contemplación en la propia voluntad consciente de vivir, no nos lleve a buscar nuestro propio beneficio, sino a vivir al servicio de los que dependen de nosotros".



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